5 de mayo de 2012
De pensamientos, acciones y otras flores del prado
Jacinto cita a la bella, la reflexiva Ludmila en un rincón del prado. Toma una de las manos de Ludmila, la izquierda, pequeña como una alondra, y pregunta:
-Ludmila ¿te casarías conmigo?
Entonces, algo maravilloso sucede: Ludmila piensa. En su cerebro, a una velocidad pasmosa, se suceden cientos de escenarios posibles. Lujuria, codicia, cautela, desenfreno, sensatez y sentimientos presentan sus cartas una a una. Ludmila debe contestar.
Puede que, por ejemplo, diga "sí". Más tarde, volverá a su casa y su madre le dirá "¿Cómo vas a casarte con ese pobretón?". Y Ludmila explicará que Jacinto es pobre pero talentoso, y que confía en que prosperará. O que es pobre pero amoroso, y la cuidará.
También puede ser que Ludmila niegue su mano (la izquierda, pequeña como una alondra). Ya en su casa, su madre le dirá "¿Pero cómo te negaste a ese buen muchacho?" Y Ludmila responderá que no está segura de sentir amor; o que está enamorada pero el amor no lo es todo. O que es amoroso, pero pobre, y no podrá cuidarla.
Todo esto pasa en el cerebro de Ludmila. Al final, dirá que sí, o que no. Sus razones serán varias, y quedarán ocultas detrás del monosílabo. Pero estarán ahí. Que un acto sea simple no significa que sus motivos no sean complejos.
Ahora bien, hay una opción que no tiene lugar en la cabeza de Ludmila. Es esta: frente a la pregunta de Jacinto, Ludmila grita "¡Lalalalalá! ¡Arransansan, arransansan, guli guli guli guli ransansán!" y sale corriendo por los prados, sin contestar.
Esta opción no pasa por la cabeza de Ludmila porque, dijimos, Ludmila piensa. Y sabe que, de hacer eso, Jacinto no le hablará más, su madre no le abrirá la puerta y nadie le pediría jamás ni la hora. Responder sí o no es un acto concreto, con su justificación compleja detrás de su aparente, traicionera sencillez. No responder, en cambio y en este caso, es un no-acto, una no-respuesta, una falta de respeto, una cobardía y (acompañado de correr por los prados) una soberana mentecatez.
Eso nomás. ¿O es que no puedo, alguna vez, hablar de política?
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