19 de septiembre de 2022

Reapertura vanidosa: El Norte

Ayer domingo fui a un evento de escritura creativa de El Cuaderno Azul. Escribimos bajo consignas varias, y algunos leímos, competimos por algún premio indefinido. No gané, pero una amable desconocida me dijo que quería leer de nuevo mi texto. Halagado, atiné a darle la dirección de este blog.

Amable desconocida, déjame un comentario si lo leés. Va como salió, sin edición. Me dan ganas de hacerlo crecer. 

El Norte

Pusieron una antena en el pueblo, el año pasado, y ahora mis viejos me vuelven loco por WhatsApp. Me negué: primero a tener celu y después a tener WhatsApp, pero cuando la operaron a mi vieja de la vesícula, aflojé. Para qué.
Dejo el celu sin cargar, a propósito; pero una vez al día aparezco. Ya, por suerte no me recuerdan el ingreso a Sociología. Se contentan con hablar del Conservatorio, por qué no seguís, te iría tan bien, como Uña Ramos, o Cumbo, los Flores; podrías triunfar en Europa, en Francia adoran el folclore, más está fusión electrónica que hacés vos. Me da un poco de orgullo que digan "fusión" y no "cosa": se puede educar a los padres. 
Pero yo no quiero más. Empecé Sociología porque quería entender la sociedad; la cambié por la música porque quise entenderme a mí mismo. No logré ninguna de las dos.
Por eso me vine al Norte, a una sociedad más simple, a hacer música más simple. Dejé las máquinas hace rato, la composición también. Salgo de noche por las peñas y canto Atahualpa. Trato de ser el eco de otro, los armónicos remanentes de una cuerda que ya fue tañida hace tiempo. Pero ahora hay una antena en el pueblo y sé lo que significa: falta poco.
Así que pongo en la mochila unos orejones, un pedazo de carne para llevar de regalo a los coyas del monte y salgo al camino, decidido a ser cada día menos.