22 de julio de 2005

La Era del Herrero 1

Comienza así la Era del Herrero.
Hay dos ancianos sabios que abandonan el lugar contra todas las prohibiciones. ¿Quién les preguntará a dónde se dirigen sin pasar por irreverente? Ni siquiera allí donde una mujer alimenta a varios animales se detienen por agua y comida. Y son seguidos en su lento andar por más de un par de ojos. Ni siquiera allí donde los árboles empequeñecen y se vuelven arbustos y luego, hierba corta. Tampoco hablan entre sí. Tampoco se miran. Solo llevan sus cuerpos arrastrando las suelas contra el pedregullo y sus propias sombras. Solo sus blancos cabellos se balancean.
Ahora el sol derrama su luz intensamente y solo serán los pájaros, el pasto y los pequeños insectos testigos mudos del secreto diálogo por venir.
Ahora sí los ojos se cruzan.
-Es indetenible -dice sin introducciones ni justificativos. No hay en su tono ninguna señal de jerarquías ni sentimientos. El otro anciano sabio lo mira pensativo sin enojo o reproche.
-Nada es indetenible. Solo es demasiada la estupidez de los hombres -sentencia, como si estuviesen intercambiando opiniones, y pierde la vista en la distancia. Una leve brisa ondula sus vestimentas. Las sombras de todo se acortan sin pausa.
-Entonces, la Armonía nos compensará porque hemos hecho todo lo que estuvo a nuestro alcance -dice el primero con la misma voz anciana, casi susurrante, casi preguntando.
El otro golpea su bastón contra la tierra.
-Deberás conservar muy dentro tuyo esas palabras para que sean alimento de las criaturas de la tierra.
-No planeo morir pronto.
-No parece -replica secamente y comienza la lenta marcha de regreso seguido por el otro. Ya no hay sombras y los ancianos sudan al calor del mediodía.

1 comentario:

  1. "Solo llevan sus cuerpos arrastrando las suelas contra el pedregullo y sus propias sombras."

    Comentario perruno: guau. O sea: guau.

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