Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.
Jorge Luis Borges, El idioma analítico de John WilkinsAh, las enumeraciones heteróclitas. Un recurso poético inolvidable, casi siempre efectivo a la hora de provocar asombro. Amigo escritor; no dude en utilizarlo. Dele rienda suelta a la asociación libre, o mejor aun, a la no asociación, y escriba, por ejemplo: "Bajaban en confuso malón por la ladera: dioses de seis ojos, faunos, cardúmenes, mañanas con niebla, tostadoras, eunucos, bailarinas y servilletas de lino" Ahí lo tiene: la gente admirará la inventiva, la capacidad del autor para las asociaciones más insólitas, sin saber que son ellos los que hacen el trabajo asociativo.
Se trata de un recurso muy lindo, muy poético pero, admitámoslo, nada original: todo aquel que haya tratado de ordenar cualquier cosa de complejidad superior a una caja de ocho crayones sabe que la vida es, en todos los aspectos, una enumeración heteróclita. Del cajón de los cubiertos al armario de la ropa, pasando por la caja de herramientas tras escalar la indomable carpeta "Mis documentos"; no importa cuan nobles sean nuestros esfuerzos, la clasificación es imposible. Tarde o temprano tendremos una pila amenazadora de "inclasificables", "otros", "varios", "miscelánea" o cualquier otra palabra que nos diga que hemos fracasado.
Siendo el punto: "Vania y los planetas", de Eduardo Abel Gimenez. O más bien, siendo el punto: cómo hablar de "Vania y los planetas" sin deschavar el libro, sin contar el final.
Porque "Vania" es una novela entrañable, amable, con un cuidado en el lenguaje y un ritmo, una cadencia increíble y un argumento sobre el que me encantaría decir algo; pero también es una historia con vuelta de tuerca. Entonces, para no hablar del argumento, hablaré de la tapa. Esa que dice que el libro es de editorial Edelvives, colección Ala Delta, serie verde, para 10 años o más. Parte de eso que llaman "LIJ", literatura infantil-juvenil. Que es donde discrepo porque para mí, "Vania" es una novela para adultos. Lectores maduros, como ponen en los comics.
Sí, el protagonista es un chico, y la mirada del relato es la de él. Y el libro va de relaciones con los padres, con la enfermedad de una abuela, con la vecinita de enfrente que a lo mejor me tiene loco de amor, con ser parte y al mismo tiempo no ser parte de ese otro planeta que es el mundo. Todas cosas que un chico de diez o más puede entender, con las que va a identificarse. Todo bien por ahí.
Pero Vania es también una novela sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe o no quiere ver, no sabe o no quiere descifrar. Al mismo tiempo es consciente de que es parte de una tradición, la de las novelas sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe, etc. También es una novela de esas en las que se juega con los límites entre lo real y lo imaginado, y nuevamente es consciente de serlo. De esa conciencia sale un juego riesgoso, pero que transforma un relato entrañable en un relato que desafía las expectativas del lector. Siempre y cuando ese lector sea adulto. Si es un chico de diez años, difícilmente tenga las herramientas para ver el juego. Entonces, ¿qué hace este libro en esta colección?
Un amigo me dio una versión editorial del principio antrópico: si no estuviera en esa colección, si no existiera la LIJ como concepto, el libro no sería publicado. Concedo, pero me quedo con la impresión de que nos estamos quedando cortos, de que una vez más la vida y su anormal preferencia por las enumeraciones heteróclitas nos está jugando una mala pasada.
Al fin y al cabo, nada más heteróclito que la clasificación de ficción: por su tema (policial, romance, ciencia ficción), por el efecto en el lector (thriller, terror), por el período en que transcurre la historia (novela histórica), por el período en que fue escrita (clásicos, contemporáneos). Sí es seguro que, como dice mi amigo, cuando no hay un cajón donde ubicar una historia, menos probabilidad tiene de ser publicada. Pero me temo que en algunos casos, como este, la clasificación también hace que muchos lectores disfrutantes potenciales no se topen con ella.
Con lo cual: sí, regalale "Vania" a tu sobrino o sobrina de diez. Pero ponele una nota que diga "Seguí leyendo y volvé a leerla a los 30". (Estoy siendo generoso, no sea que nos salga de poco leer.) O mejor aún: comprala para vos, y leela despacio una tarde tranquila. No pienses que es LIJ; pensá que es literatura, y que las clasificaciones se las quede Borges. Cuando termines, no olvides mandarme un mensaje así hablamos del libro y no de la tapa.
PD: estas son las primeras cinco imágenes que salen en Google imágenes al buscar "Vania y los planetas". Tomá heterocliticidad.
Juan Pablo, como editora responsable de esta novela en esta serie y en esta colección, solo me queda aplaudir tu reseña/comentario/loa. Comparto tus reflexiones (estuve ahí a la hora de tomar esta decisión) y también creo un poco en la explicación de tu amigo, el de la versión editorial. Pero más allá de todo, sí creo que es una lectura posible para algunos chicos de diez y de ahí en adelante para leer o releer de adultos. Fue una de las contratapas más difíciles que tuve que escribir hasta ahora.
ResponderBorrar¡Gracias nat! Sí creo que es una lectura posible para un chico de diez, y es una alegría que haya material así, que no subestima a los chicos ni una pizca. Pero por otro lado, mi sensación de "merde, se la va a perder un montón de gente" fue muy fuerte.
BorrarEn la literatura parece que pasa menos lo que viene sucediendo con el cine de animación ya hace rato: "es para chicos, pero la disfrutan los grandes". Y muchos "grandes" se van al cine solitos su alma, prescindiendo del sobrino expiatorio, a ver la última de Pixar.
Es cierto que con el cine ya está más incorporado eso. Ojalá que se incorpore también con libros como este.
BorrarA veces pienso también eso de cuánta gente se lo pierde por estar en una serie para chicos, a varios autores y varios textos, y es una pena. Pero después también a veces pienso que se lo merecen por prejuiciosos.
Igual, ya sé que no es tan así, que estos libros tienen mucha menos visibilidad en suplementos, librerías, eventos, etc.