9 de septiembre de 2014

American Gods, dioses a mogollón

American Gods (American Gods, #1)American Gods by Neil Gaiman
Yo le doy: 4 of 5 stars

"Era un sueño, y en los sueños no tenés opciones: o no hay decisiones que tomar, o fueron hechas mucho antes de que el sueño siquiera comenzara."

Noticia vieja: si un libro tiene suficientes críticas en Goodreads u otro foro similar, no se necesita ningún crítico para que te diga cómo es. Pero al igual que el crítico, no te sirve para saber si el libro te gustará o no.

American Gods está más cerca de Sandman que sus otros libros. La historia extiende una de las ideas de "Estación de nieblas" y "Vidas breves": los dioses están entre nosotros y viven mientras alguien crea en ellos o los adore, directa o indirectamente. Los dioses, entonces, van a donde esté la gente. Y si la gente va a los EEUU, allá van a pasarla mal, porque nadie cree en ellos.

Y además, es un policial más bien sombrío, en el que un exconvicto llamado Shadow es arrastrado de un lado a otro, como en un sueño, sin decisión posible. Lo cual es lógico: el pobre tipo está rodeado de divinidades. Muchos, muchos dioses. Tantos como Gaiman pueda encontrar. Más un par que se inventa, una esposa muerta, muchos autos, los dioses de la Internet y los Medios y algunos de los lugares reales más extravagantes del gran país del norte.

El resultado es atrapante, siempre que no busques cosas como emotividad o personajes con los que identificarte, porque no los hay. De ahí le llegan las críticas negativas a esta novela. Si querés un Gaiman emotivo y mágico, buscate "El océano al final del camino". El de aquí es cerebral y canchero en onda erudita.

Por otro lado, entre lo que Shadow desconoce y el amor de Gaiman por las cosas que no se explican del todo, los hechos son también bastante raros y sin justificación aparente... hasta que venís a Goodreads y comenzás a leer las citas. En ese momento te das cuenta de que el libro, además de estar lleno de frases geniales y de comentarios irónicos, abunda en elementos que encastran unos con otros para construir, si no una explicación, un todo más coherente de lo que parecía.

Ahora quiero leerlo de nuevo, maldito Neil.




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2 de septiembre de 2014

"Vania y los planetas", o de las malvadas clasificaciones heteróclitas

Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.
Jorge Luis Borges, El idioma analítico de John Wilkins
Ah, las enumeraciones heteróclitas. Un recurso poético inolvidable, casi siempre efectivo a la hora de provocar asombro. Amigo escritor; no dude en utilizarlo. Dele rienda suelta a la asociación libre, o mejor aun, a la no asociación, y escriba, por ejemplo: "Bajaban en confuso malón por la ladera: dioses de seis ojos, faunos, cardúmenes, mañanas con niebla, tostadoras, eunucos, bailarinas y servilletas de lino" Ahí lo tiene: la gente admirará la inventiva, la capacidad del autor para las asociaciones más insólitas, sin saber que son ellos los que hacen el trabajo asociativo.

Se trata de un recurso muy lindo, muy poético pero, admitámoslo, nada original: todo aquel que haya tratado de ordenar cualquier cosa de complejidad superior a una caja de ocho crayones sabe que la vida es, en todos los aspectos, una enumeración heteróclita. Del cajón de los cubiertos al armario de la ropa, pasando por la caja de herramientas tras escalar la indomable carpeta "Mis documentos"; no importa cuan nobles sean nuestros esfuerzos,  la clasificación es imposible. Tarde o temprano tendremos una pila amenazadora de "inclasificables", "otros", "varios", "miscelánea" o cualquier otra palabra que nos diga que hemos fracasado.

Siendo el punto: "Vania y los planetas", de Eduardo Abel Gimenez. O más bien, siendo el punto: cómo hablar de "Vania y los planetas" sin deschavar el libro, sin contar el final.

Porque "Vania" es una novela entrañable, amable, con un cuidado en el lenguaje y un ritmo, una cadencia increíble y un argumento sobre el que me encantaría decir algo; pero también es una historia con vuelta de tuerca. Entonces, para no hablar del argumento, hablaré de la tapa. Esa que dice que el libro es de editorial Edelvives, colección Ala Delta, serie verde, para 10 años o más. Parte de eso que llaman "LIJ", literatura infantil-juvenil. Que es donde discrepo porque para mí, "Vania" es una novela para adultos. Lectores maduros, como ponen en los comics.

Sí, el protagonista es un chico, y la mirada del relato es la de él. Y el libro va de relaciones con los padres, con la enfermedad de una abuela, con la vecinita de enfrente que a lo mejor me tiene loco de amor, con ser parte y al mismo tiempo no ser parte de ese otro planeta que es el mundo. Todas cosas que un chico de diez o más puede entender, con las que va a identificarse. Todo bien por ahí.

Pero Vania es también una novela sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe o no quiere ver, no sabe o no quiere descifrar. Al mismo tiempo es consciente de que es parte de una tradición, la de las novelas sobre lo que no se dice, sobre lo que está en el mundo del protagonista pero no sabe, etc. También es una novela de esas en las que se juega con los límites entre lo real y lo imaginado, y nuevamente es consciente de serlo. De esa conciencia sale un juego riesgoso, pero que transforma un relato entrañable en un relato que desafía las expectativas del lector. Siempre y cuando ese lector sea adulto. Si es un chico de diez años, difícilmente tenga las herramientas para ver el juego. Entonces, ¿qué hace este libro en esta colección?

Un amigo me dio una versión editorial del principio antrópico: si no estuviera en esa colección, si no existiera la LIJ como concepto, el libro no sería publicado. Concedo, pero me quedo con la impresión de que nos estamos quedando cortos, de que una vez más la vida y su anormal preferencia por las enumeraciones heteróclitas nos está jugando una mala pasada.

Al fin y al cabo, nada más heteróclito que la clasificación de ficción: por su tema (policial, romance, ciencia ficción), por el efecto en el lector (thriller, terror), por el período en que transcurre la historia (novela histórica), por el período en que fue escrita (clásicos, contemporáneos). Sí es seguro que, como dice mi amigo, cuando no hay un cajón donde ubicar una historia, menos probabilidad tiene de ser publicada. Pero me temo que en algunos casos, como este, la clasificación también hace que muchos lectores disfrutantes potenciales no se topen con ella.

Con lo cual: sí, regalale "Vania" a tu sobrino o sobrina de diez. Pero ponele una nota que diga "Seguí leyendo y volvé a leerla a los 30". (Estoy siendo generoso, no sea que nos salga de poco leer.) O mejor aún: comprala para vos, y leela despacio una tarde tranquila. No pienses que es LIJ; pensá que es literatura, y que las clasificaciones se las quede Borges. Cuando termines, no olvides mandarme un mensaje así hablamos del libro y no de la tapa.

PD: estas son las primeras cinco imágenes que salen en Google imágenes al buscar "Vania y los planetas". Tomá heterocliticidad.