4 de julio de 2012

Edades de piedra, edad del petróleo, mayoría de edad



ACTUALIZACIÓN: al parecer, los datos sobre los que se basa el artículo de Monbiot que se menciona abajo están entre exagerados y errados. Por más detalles, ver aquí.

La verdad, a esta altura, no recuerdo mucho de la única clase que tuve alguna vez sobre evolución tecnológica; pero sí recuerdo un comentario sobre los períodos Olduvayense, Achelense y algún otro de las "edades de piedra" o posteriores: todas las tecnologías eran utilizadas para crear todas las herramientas posibles. Nuevas tecnologías (como golpear la piedra de una manera distinta) llevaban a algunos nuevos usos, pero sobre todo a cubrir los usos antiguos, y no siempre porque fueran demostradamente mejores. Tal vez por la manera en que se heredan las pautas culturales, tal vez porque es más práctico, una vez dominada una técnica, utilizarla para todo. Vaya uno a saber. Capaz que ni recuerdo bien el comentario.

A la luz de lo que ha sido la evolución tecnológica posterior, la verdad es que la tendencia parece la misma: adoptamos nuevas tecnologías tan rápido como podemos, las reemplazamos tan rápido como podemos también. No se trata siempre de que una sea mejor que la otra: tratamos de adaptar lo nuevo a todo lo que hacemos. En todo caso, si gana alguna tecnología sobre otra, será la más adaptable.

Pero tal vez eso sea mirar con una lupa demasiado cercana; un defecto común en esta especie. al vez lo correcto sea simplificar  y pensar sólo en materiales: edades de piedra, edad de cobre y / o bronce, edad de hierro. Y luego, edad de las aleaciones y finalmente, edad del petróleo.

Lo que el petróleo ha hecho por nosotros es asombroso. Gracias al petróleo tenemos ropa barata, energía eléctrica domiciliaria de bajo costo y segura, instrumental médico barato y descartable, aparatos de medición e investigación accesibles y confiables y, sobre todo, un grado de comunicación e interconexión nunca antes visto. La historia de la ciencia de los siglos 18 y 19 es entretenida y apasionante, y la favorita de la divulgación por los personajes que pasaron por ella. La historia de la ciencia del siglo 20 es igual o más apasionante, pero mucho más difícil de contar, por lo vertiginosa. Y el petróleo tuvo mucho que ver en esto.

Gracias al petróleo confirmamos, mucho más allá de la imaginación de Darwin, lo emparentados que estamos con todos los seres vivos sobre este planeta. Supimos también que estamos tremendamente emparentados entre nosotros mismos, mucho más que lo que las diferencias de aspecto nos permitieran suponer. Elevamos satélites y aprendimos sobre la dinámica de nuestro planeta; observamos el universo y aprendimos de su historia, de lo pequeños y al mismo tiempo improbables y raros que somos los seres vivos, y los humanos en particular. Y también, como un adolescente que va madurando, descubrimos las cagadas que nos habíamos mandado; descubrimos que había una capa de ozono, que era importante, y que la estábamos destruyendo. Y pudimos, hasta donde sabemos, enmendar nuestro error.

Y ese avance en la ciencia permitió, finalmente, descubrir que con el petróleo estábamos cagando cambiando el futuro del planeta. El calentamiento global antropogénico es una certeza, mal que les pese a los cultores del "de qué calentamiento me hablan, con este frío". Una extensión a nivel global de lo que ya sabíamos que se aplicaba a las sociedades: la tecnología te da, la tecnología te quita. ¿Alabada sea? Ni alabada ni defenestrada. Aquí como en el Olduvayense, la cuestión es utilizarla, y cómo. Y la pregunta: ¿hemos alcanzado realmente la mayoría de edad, o seguimos con los vicios de la infancia? ¿Podemos aminorar el uso de la tecnología del petróleo, o estamos condenados a utilizarla fanáticamente, a no ser que un golpe de suerte nos entregue otra tecnología para reemplazarla?

Hasta este lunes pasado, mi respuesta (más allá del "no sé, ojalá") incluía la afirmación levemente apocalíptica, compartida por economistas, geólogos y ecólogos, de que el petróleo iba a comenzar a escasear de todas maneras; un fenómeno conocido en inglés como "Peak Oil": el pico máximo de extracción, en estos años, y luego el comienzo de la merma. Una merma que había que prever y que alentaba la búsqueda de alternativas al petróleo que, al mismo tiempo, no agregaran gases de efecto invernadero a nuestra vapuleada atmósfera. El lunes, tuve que borrar todas estas previsiones de mi descripción del mundo..

El lunes, George Monbiot publicó un artículo enlazando a un informe de Leonardo Maugeri, en el que se da cuenta del aumento de la producción de petróleo. El desarrollo tecnológico, impulsado a la presión económica del Peak Oil llevó a que hoy día se puedan explotar los yacimientos que -para alegría, imagino, de los comunicadores de las petroleras- llevan el nombre de "no convencionales". Y al parecer, las reservas son enormes. Especialmente, Estados Unidos, el mayor productor de CO2, el país que más a hecho por ponerle paños fríos (o, según como se mire, calientes) a los pactos internacionales acerca del cambio climático, vuelve a tener petróleo en cantidades.


Data from World Bank

Una vez más, la tecnología nos da y la tecnología nos quita. Buenas noticias: el mundo de nuestros hijos no será tan distinto al nuestro. Malas noticias: el mundo de nuestros hijos no será tan distinto al nuestro. La principal causa del calentamiento global ha recobrado el impulso, en un mundo adicto a su consumo. El artículo de Monbiot comienza con una frase clave: los hechos han cambiado, nosotros debemos cambiar.

Y aquí, cada maestrito con su librito: estarán los que insistan con "volver a lo natural", los que quieran abjurar de la era del petróleo como si no existieran sus ventajas; los que se organizarán políticamente; los que echarán la culpa a los países del primer mundo, y todos tendrán algo de razón. Yo, por mi parte, tengo mi librito y, por si no les ha quedado claro cuál es, aquí está.

Necesitamos tener personas formadas en las bases de la ciencia; pero sobre todo del pensamiento científico; no solo en un par de afirmaciones básicas sino en la manera de encarar la información; de preguntar una y otra vez cómo se saben las cosas. Sólo a través de esa actitud podemos interiorizar la información que nos dan, hacerla nuestra y también cuestionarla, en lugar de mamarla pasivamente porque viene de alguien con autoridad; y podemos así valorar lo que se sabe, para tomar decisiones y, cuando los hechos -o lo que sabemos de ellos- cambien, podamos cambiar en consecuencia. Tal vez mañana tengamos nuevos datos sobre el calentamiento global y resulte que la dirección a tomar es otra. Tenemos que ser capaces de escuchar, de repreguntar, de asegurarnos, tanto como los científicos tienen que ser capaces de comunicar.


Usé antes la primera persona plural: supimos de la evolución, conocimos el universo. Me gusta usar ese plural para enfatizar que el conocimiento científico, aunque se origine en un puñado de tipejos, pertenece a la Humanidad. Pero lo cierto es que ese plural es falso. No todos saben, no todos tienen oportunidad de saber; muchos apenas pueden sobrevivir, mientras otros sencillamente no se interesan.


Pero cuanto más personas estén (in)formadas lo mejor posible, mejores decisiones tomarán, aunque más no sea a nivel individual. Y si no mejores, mejor encaminadas, y entre todos la cosa saldrá adelante, como cuando las hormigas tiran de una hoja cada cual para su lado, pero al final la llevan al hormiguero. En estos temas, no espero mucho de los dirigentes por si solos, porque la lógica política del beneficio a corto plazo seguirá siendo un motor importante de sus decisiones. Y sólo una población que entienda bien qué es lo que está en juego podrá apoyar medidas que redunden en contra de su bienestar inmediato. Ojalá podamos (en una verdadera primera plural) mirar hacia atrás y descubrir que hemos alcanzado, como especie, la mayoría de edad.





No, si soy un tipo re-jodón, yo. Tomen, un poco de buena onda.

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