Para que no se olviden de Aguavivas...
Cuaderno de Lucio 7.1 - Charla en la biblioteca
-No entiendo -concluyó el padre Gregorio, dejando los papeles a un lado.
-¿Qué no entendés? -preguntó Lucero, casi sorprendido.
-Nada. Un montón de cháchara confusa, con cierto tufillo mitológico, sobre dos hermanos y dos hermanas. Y la idea de que el pueblo se fundó con Sarmiento o poco antes, cuando no hay más que mirar la iglesia para darse cuenta de que no puede ser.
-¿Sabés cuál es tu problema? Que sos demasiado literal. Eso no es bueno en un hombre de fe.
-Mirá quien habla...
-Gregorio, nadie puede ser más hombre de fe que yo.
-Supongamos...
-No, no supongamos. Es así.
-Supongamos, decía, que no cuestiono los datos históricos. ¿Qué hago entonces? ¿Dónde están los restos del otro lado del río? ¿De verdad esperás que crea que la mitad de un pueblo masacró a sus vecinos así de golpe, por vengar un crimen?
-La historia la tomás como de quien viene. Los restos no están del otro lado del río, sino adentro de los panambienses. Y en cuanto a la masacre ¿no te das cuenta de cómo es este pueblo? Y no hablo solo de la gente, pero pongamos que sí: son tan capaces del bien como del mal extremo.
-Como todos los hombres -aclaró el padre Gregorio.
-Sí, pero como si no hubiera término medio. Volviendo al tema que nos trajo aquí: ¿cuántos pueblos conocés en los que todo el mundo va a misa? Ni en los pueblos de Mark Twain había asistencia perfecta. Pero usted, el Padre Gregorio, no se alegra por la fidelidad de su grey: se queja. ¿Y por qué?
-Porque realmente son la grey, Lucero. Cuando estoy diciendo la misa, es como si estuviera predicando a un rebaño de ovejas que mira pasar el tren. A veces tengo la impresión de que si la iglesia estuviera vacía, irían igual.
-Muy probablemente.
-Pero no veo qué tiene que ver eso con estos papeles escritos por vaya uno a saber quien.
-Tiene que ver con que lo que dice ahí es cierto, al menos en espíritu. Panambí Sur no hace cosas a medias. Nunca.
-¿Tanto el bien como el mal?
-Tanto el mal como el bien como el mal que por bien que por mal que por bien que por mal no venga.
-En ese caso -suspiró Gregorio- tendré que buscar la manera de que mis ovejas hagan el mayor bien posible.
-De acuerdo -acotó Lucero- pero no va a funcionar.
-¿Por qué no?
-Ni idea. Por si no lo sabés, el jefe nunca muestra sus infinitas cartas. Pero llevo aquí el tiempo suficiente.
-De todas maneras, pensaré en algo.
-Seguro que sí, y brindaremos por eso. Así que dejemos la biblioteca y vayamos al bar. No es entre libros sino entre copas que se hace la Historia.