El arroyo San Juan dividía Panambí y las tierras de Lucio Furst -que eran casi equivalentes- en una línea este-oeste casi perfecta. Furst y la señorita Gardiner o Gartner -nunca quiso ser señora Furst, pues siendo ella protestante y él ateo militante, no llegaron a un acuerdo para casarse por iglesia, que de todos modos no había- se instalaron del lado norte, en una casa amplia y fresca, con una galería espaciosa que la señorita mantenía llena de plantas exóticas de colores brillantes. Dedos verdes, tenía la señorita. "Mi jardinerita", le bromeaba Furst, en su inglés chapurreado aprendido a fuerza de cotidianeidad y silencios.
Para cuando César había alcanzado los 15, una extraña característica edafológica había dividido no solo la geografía sino las actividades del pueblo. Del lado sur, las semillas de Datura ferox, también conocido como chamico, que Furst había removido en su primer golpe contra la tierra, habían dado lugar a una invasión de esta maleza. Del lado norte, la salinidad y pH del suelo impedían el crecimiento de la plaga y permitían cierta actividad agrícola. Del lado sur, Furst hizo de tripas corazón y se embarcó en la cría de ganado.
Así, para cuando César y Aníbal tuvieron 20 y 18 años respectivamente, habían repartido en vida la herencia del padre. César heredó la primera actividad de Lucio y se dedicó a la agricultura; Aníbal, por su parte, se transformó en ganadero. Y tal vez se pueda decir con seguridad que Panambí Sur fue creado el día que César dormitó su primer post-coito en el trigal, bajo las estrellas; o quizás el día, varios años antes, en el que Aníbal observaba extasiado el accionar de los matarifes.
(Y sí, ya la sangre comenzaba a correr.)